Dio un suspiro, allí, sentado en la orilla. Las olas mojaban sus pies descalzos mientras de sus ojos no dejaban de brotar las gruesas lágrimas. Miles de recuerdos acudieron entonces a su cabeza, la cual sostuvo casi al instante. Hacían daño. Los miles de atardeceres caminando agarrados de la mano, los castillos de arena, el juego de saltar sobre
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